Nada es genuino

La siesta del 21 de enero 2016

Aquello fue algo. Pero ni la mitad de lo que sería si a mi me da por creérmelo. Todas mis tentativas de expresión (deben asumir que) una vez más caerán en saco roto. No me gusta mentir. Pero sigo guardando algún que otro secreto. Y quizá me llames cobarde. Yo lo llamo consideración. A medida que tu perforabas mis esquemas, yo me hacía heridas cosiendo alternativas. Algunas nunca me llegaron a gustar. Y aquí estamos. Una vez más. Un día menos. Nos fuimos del miedo absoluto a las luces de un barco semihundido. Todo. Nos fuimos de los números perdidos a las historias olvidadas. Nada. Pudimos hablar fluido. Como la conversación de una luz con su sombra. Pero no. Deja esa colcha. Solo entiende de soledad y de alguna que otra tristeza pasada. Ser valiente no es fácil. Ser valiente es ir con todas esas dudas y todos esos miedos, sin miedo y sin dudas. Pero así estamos. Comidos por la polución. Nada es genuino. Dudé de mis traumas. De mis instintos. Y de todas aquellas historias que yo contaba una vez me las había tragado. Después de hacerse bola en mi estómago. Ya lo sé. A veces les cuesta entenderse. Y es que para el perro es difícil entender 'gatuno'. Y así, mientras un pequeño gorrión acababa su nido la oferta mejoró. La temporada se hizo más larga. Y la zona más habitada. Aunque allí solía nevar. Fue una sensación más bien rara. No te voy a engañar. Si me hubieran avisado de que era, el último día que te vería, no habría elegido esa ropa. Ni esas palabras. En fin. Hay días que se convierten en meros segundos. Y mientras la luna baila. Una cena o una muerte pueden durar lo mismo.

'''Ella se enamora cada dos días.

Pero vive sin creer en el amor.

Aunque si le das una rosa por error,

hará como que no le importa.

Y a las cuatro de la mañana se levantará

y te dejará solo.

Sólo,

para ir a olerla'''