Cosas del ciclo...
Nunca pensé que los inviernos se convertirían en mi verano
favorito. Dije que no tantas veces y tan convencida, que acabé creyéndome que
nunca pasaría. Dicen que nunca digas 'de este agua no beberé' si no quieres
beber de más. Y encima caliente. Pelando la lengua. Que luego raspa. Y ahora el diagnóstico es
hiperhidratación. Lo mismo tenían razón. Pero prometo que he luchado. Con mil espadas de goma. Y alguna que otra patada al aire. He
intentado no mirar cuando encontraba flores en mi puerta. Cuando me hacías café
a las seis de la mañana. Cuando yo volaba y tu cuidabas de mi cama. Cuando
escribías tu diario en mi espalda. ¿Porqué nunca me avisaron de que los días de
relativa calma se desvanecerían entre mis dedos? Que no marcan. Que no queman. Que no, nada. Que la
felicidad no existe. Como mucho, un puñado de buenos momentos. Entramos y salimos
de algunos de ellos como si pudiésemos volver a retomarlos. Con una convicción
(a veces) de que va a ser posible un retorno. En algún momento.
No ahora.
Claro que no.
Porque no 'nos' conviene.
Díselo a papá. A ver qué le parece.
Siempre hay algo que brilla y reluce más y más fuerte. Y a mi es que estas cosas me dan pena coño. Que si. Que todo
lo que sube baja. No me lo digas más. Que todo lo que un día tal, al otro cual.
Entonces qué. Porque joder. Tolerante con un perro que te muerde cada día impar.
Ahí te quiero yo ver. Hubo muchas rectas finales. O quizá una gran recta final
desde el comienzo. Me clavé tantos alfileres en las curvas, que aunque fueran
pequeñitos al final dolían. Al final dolía todo. Y una vez me cansé de tanto
pinchazo te diste cuenta de que así no se jugaba. Éramos la pareja más incompatible más imperfecta. Tan bonito
como triste. Tragamos demasiado. Pero al final había más cal que arena en mi
garganta. Y yo me ahogué. Y tú me dejaste.
Ya no me planteo qué hicimos mal. Aparte de llenar nuestras conversaciones de adverbios negativos. Al margen de las ausencias y los imperativos. Seamos honestos. Fueron tantos años que
vete tu a saber. Ojalá escriban un libro sobre 'Cómo vivir sin la persona con
la que es imposible convivir'. Ahora mismo no sé muy bien si para ti o para mi.
Porque una cosa no quita la otra. Pero yo me quito el sombrero. Batimos records. Nos equivocamos en todo. Íbamos pasados de esto y justitos
de aquello. Perdona que sea tan escueta (mi madre dice que soy 'una discreta'.
Como si pudiese ser dos). Ojalá alguien nos hubiera contado el mismo cuento. Primero
porque vaya desfase con la historia. Segundo, porque vaya final. Siento lo de
las perdices. El mio defendía el respeto animal.
Nunca quise tener mis cajones llenos de tus cosas y mi vida
vacía de ti. Nunca pedí verte vivir en el remordimiento. Nunca quise tenerte
para perderte. Nunca. Tú, quejándote de las rutinas que coleccionabas. Y yo. También. Dulce consecuencia de mi propia cobardía. Lo peor aquí es la palabra tarde. Pero ya es tarde para reconocer que frotábamos nuestros errores esperando sacar magia 'potagia' de ellos. Ahora vemos que eran de hojalata. Y no había nada de genial en nuestras historias inventadas. Excusas baratas.
Que los inviernos se convertirian en mis veranos favoritos...(única)
ResponderEliminar